POLÉMICA RESPECTO AL CUADRO
"LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS"
EN LA CAPILLA DEL SANTO CÁLIZ
Con
motivo de la pasada celebración del Cuarto Centenario de la expulsión de los
moriscos, que tuvo lugar en el año 2009, se presento un documento por
iniciativa de la Academia Internacional de Ciencias y Humanidades, a diferentes
instituciones entre otras a La Casa Real, Presidencia del Gobierno, Generalidad
y Ayuntamiento de Valencia, con la intención de solicitar su apoyo e
intercesión, ante el Cabildo de la Catedral de Valencia, en el cual se proponía
la retirada del gran cuadro de Vicente López, que se encuentra en la Capilla
del Santo Cáliz, en donde se representa al Patriarca Juan de Ribera durante la
expulsión de los moriscos. Se da la circunstancia de que esta obra se encuentra
precisamente, en la misma Capilla donde es custodiada y venerada la más
importante reliquia del Cristianismo, que termina de adquirir una nueva
dimensión internacional al propiciar
para la sede de Valencia el reconocimiento por el Vaticano de un Año Jubilar. También
además en la actualidad este Cáliz aspira a llegar a ser reconocido un bien del
Patrimonio Cultural de la Humanidad, como así se hizo referencia durante una de
las ponencias que tuvieron lugar en la pasada edición de la Multaca de las Tres
Culturas, organizada por el Centro UNESCO Valencia, en el Museo de San Pio V.
Es
en relación con ese mismo ámbito intercultural en el que se encuentran
vinculados el Cristianismo y el Islam, en donde también las Fiestas de Moros y
Cristianos, aspiran actualmente a poder alcanzar el reconocimiento de Bien
Inmaterial de la Humanidad, una mención que no hace mucho tiempo UNESCO
reconoció para El Misteri de Elche,
una tradición que se celebra en aquella milenaria ciudad, en donde fue
descubierta la Dama Ibera, la cual durante mucho tiempo sería conocida
popularmente como la “Reina Mora”.
Durante
estos meses que el Ayuntamiento de la Ciudad de Valencia ha organizado la magna
exposición “Els Camins del Grial”, de nuevo ha sido retomada esta iniciativa
que propone que se lleve a cabo este gesto de la más alta sensibilidad, de la
retirada de la Capilla del Santo Cáliz, del cuadro que rememora aquel bárbaro,
trágico y lamentable acontecimiento de nuestro pasado y cuya herida continua
aún abierta no solo en el corazón de nuestra península y de los españoles, sino que también por su
dimensión simbólica abarca a toda nuestra sociedad occidental.
Esta
iniciativa tiene su origen, en la excepcional circunstancia entorno al reciente
descubrimiento, aún no lo suficientemente divulgado, que ha convertido además a
este Cáliz, en un nuevo y extraordinario símbolo de unión de opuestos, lleno de
esperanza para el futuro, pues el estudio arqueológico realizado en 1959,
concluyó que el vaso que forma su base, podría haber sido confeccionado en algún
lugar de al-Ándalus entorno al siglo X. En él se produjo de manera inesperada, el sorprendente descubrimiento de una enigmática inscripción cúfica en árabe, Lil-zahira: “para la más radiante / floreciente”, que quizá se encuentre en
relación con Madinat Al-Zahira, una esplendorosa ciudad que fue construida por
Almanzor en Córdoba, o
bien que pudiera significar “Gloria a
María”, si por la tosquedad de su trazo y trascrito como Limag Limarian,
hubiera sido realizada por un mozárabe.
El
Cáliz que hoy conocemos según la tradición, habría sido custodiado con
anterioridad a 1071, en el Monasterio Mozárabe de San Juan de la Peña, en el
tiempo que por la fuerza se llegaría a imponer la celebración de la primera
misa según el rito latino, conforme a las pretensiones de los reyes cristianos
y de la Iglesia Romana, frente a una firme y enérgica defensa que tuvo lugar en
la península de la centenaria tradición y cultura Mozárabe. Aquella fue también
la confusa época en la que vivió Rodrigo Díaz de Vivar, que bajo la legendaria figura de
Cid Campeador, llegaría a ser inmortalizado como ejemplar Caballero Mozárabe.
Desde aquel monasterio saldrían ensamblados en 1399, los dos vasos que hoy conforman el Cáliz, el superior anterior al siglo I, llegado desde Roma a Huesca en el siglo III y el vaso inferior de origen hispano-musulmán, ambos unidos mediante una estructura de oro, formada por un tallo o eje, con un nudo central y unas asas serpentinas, dibujando la silueta de un corazón, todo ello labrado con delicada laceria de influencia oriental y motivos vegetales, formando en su conjunto una alegoría del Árbol de la vida o del Universo. En la base se encuentra, una montura formada por un anillo y cuatro tirantes, perlas y piedras preciosas. El conjunto de todos estos elementos aluden al símbolo del Eros Cosmogónico, una fuerza de la naturaleza que representa el principio que mantiene unidas todas las cosas y que por tanto es capaz de unir a los opuestos. De esta sorprendente manera, un misterioso destino ha querido dejar entrelazados, estos elementos del Cristianismo y del Islam, transformando este Cáliz Mozárabe en un verdadero símbolo de unión y reconciliación, que invita a realizar una profunda reflexión, entre esos dos mundos que desde la Edad Media, han estado enfrentados por el poder político y religioso, olvidando la fundamental tarea de humanizar la tierra.
Desde el punto de vista psicológico, las
leyendas de la búsqueda del Santo Grial, que simbólicamente se encuentran en
relación con este Cáliz, anticipaban el problema religioso del hombre moderno,
que alude a la tarea de la reconciliación de los contrarios en el alma del ser
humano individual, mediante el esfuerzo por alcanzar la integración del principio
femenino, que hasta la actualidad había sido relegado, por lo que podría llegar a ser completada finalmente así, la unilateralidad masculina de la etapa
patriarcal de la historia, que fue expresada durante los últimos milenios por
las Tres Culturas del Libro.
De
esta manera el Cáliz Mozárabe de Valencia, se revela también en la actualidad,
por sus tan especiales y trascendentes características, como la representación
de un nuevo símbolo unificador, capaz de reconciliar al mundo, porque sitúa en
el lugar central, la principal tarea que en el futuro deberá ser llevada a
cabo, tanto en el plano individual como también social, por nosotros y las
próximas generaciones, ante la profunda crisis de civilización en la que nos
encontramos. Una reconciliación entre el Cristianismo y el Islam, que ayudaría
a alcanzar el principal objetivo del Milenio, desarrollar una Cultura de Paz,
que pueda llegar a ser extendida a toda la Humanidad.
Rafael Monzó
Giménez