EL CÁLIZ DE LA MISERICORDIA
UN
SÍMBOLO PARA NUESTRO TIEMPO
El Santo Cáliz, coincidiendo con
la conmemoración del primer centenario de su exposición al culto en la Capilla
de la Catedral, también ha adquirido en los últimos tiempos una importante dimensión
internacional y la sociedad civil ha hecho de él un nuevo emblema para
Valencia, como Ciudad del Grial. Tras la celebración del Congreso Internacional
que tuvo lugar en el año 2008, organizado por la Universidad Católica de
Valencia, aspira a ser reconocido como Bien del Patrimonio Cultural de la
Humanidad, un hecho al que en 2014 se hizo referencia durante la XI Multaqa
(encuentro amistoso) de las Tres Culturas, organizada por el Centro UNESCO
Valencia/Mediterráneo, cuando se promulgo por los motivos que a continuación se
exponen, como un nuevo símbolo para nuestro tiempo.
Coincidiendo con ese mismo
espíritu de concordia, durante la celebración del Cuarto Centenario de la
Expulsión de los Moriscos, se solicitó entonces al cabildo el traslado del gran
cuadro de Vicente López, que se encuentra en esa capilla, porque en él se
rememora aquel lamentable acontecimiento de nuestra historia. Es en relación
con ese mismo ámbito intercultural, vinculado al cristianismo y el islam, que
las Fiestas de Moros y Cristianos, aspiran actualmente a poder alcanzar el
reconocimiento de Bien Inmaterial de la Humanidad, y durante este presente año,
se declararon las ruinas de Medina Azahara - La Ciudad brillante
/resplandeciente - construida por Abderramán III, que representó la cima del
esplendor de Al-Ándalus y del espíritu intercultural e interreligioso de
Córdoba, como la candidatura por España al reconocimiento de Patrimonio de la
Humanidad en 2018.
El pasado año el Ayuntamiento de
la Ciudad de Valencia, organizó una magna exposición bajo el lema “Els Camins
del Grial”, y se ha instaurado una ruta turística y cultural que rememora aquel
trayecto que en su día realizo El Santo Cáliz, desde el que antaño fue un
monasterio mozárabe en San Juan de la Peña en Huesca, hasta Valencia. Durante
el mes de noviembre del pasado año en el Centro UNESCO Valencia, tuvo lugar la
presentación de un memorando que pretende desde una nueva perspectiva, la cual
toma en consideración el conjunto de los elementos que constituyen esta valiosísima
joya de la orfebrería medieval, poner también en valor, su dimensión como
símbolo de concordia y de unidad en la Misericordia de las Tres Religiones del
Libro, coincidiendo con el espíritu de la Multaqa que se viene celebrando
anualmente desde el año 2005 en Valencia, una iniciativa de UNESCO, que en 1999
vio la luz en Agrigento, Sicilia. Precisamente
donde se encuentra el Templo de la Concordia, que en su día sirvió de
inspiración para el diseño del logo que identifica a dicha institución.
Lamentablemente a consecuencia
del terrible acontecimiento que tuvo lugar el 11S, se decidió interrumpir aquel
esperanzador encuentro de diálogo intercultural, pero afortunadamente poco
tiempo después, esta iniciativa nuevamente sería retomada en Valencia gracias
al empeño personal de José Manuel Girones, actual presidente del Centro UNESCO
Valencia, que entre otros de sus logros se encuentra también el haber hecho
actualmente de Valencia, la cabeza de puente de La Ruta de la Seda, que une
Oriente con Occidente.
Un hecho aún no lo
suficientemente divulgado y lleno de esperanza para el futuro, que ha
trasformado a este Cáliz en un nuevo y extraordinario símbolo de unión de
opuestos para nuestro tiempo, fue el estudio arqueológico realizado en 1959,
por el catedrático de Arqueología de la Universidad de Zaragoza, Antonio
Beltrán, quién concluyó que el vaso que forma su base, podría haber sido
confeccionado en algún lugar de Al-Ándalus entorno al siglo X. Él encontró en
su base de manera inesperada, una enigmática inscripción cúfica en árabe,
li-lzahirati o lilzáhira: “para el que
reluce / brilla”, “para la más
floreciente”, que quizá pudiera referirse a la divinidad, o tal vez estar
relacionada con Madinat Al-Zahira - La Ciudad Floreciente - una esplendorosa
ciudad construida por Almanzor en las cercanías de Córdoba. Sin embargo no se
ha llegado todavía a un total acuerdo sobre el significado de esta misteriosa
inscripción. En el libro recientemente publicado por el Ayuntamiento, Valencia Ciudad del Grial, se recogen diversas
interpretaciones. Según algunos expertos podría traducirse como El Misericordioso, epíteto con el que se
conoce a Dios por los musulmanes. El catedrático de Diseño de la Universidad
Politécnica de Valencia Gabriel Songel, siguiendo los patrones compositivos de
las marcas de los canteros de las catedrales góticas, concluye que podría
corresponder a un grafismo hebreo y traducirse como Jesús es Dios. Se consideró también el significado de Gloria a María, si trascrito como Limag
Limarian, hubiera sido realizada por un mozárabe. En opinión de Carmen Barceló,
catedrática de Filología Árabe de la Universidad de Valencia, los rasgos de
esta inscripción son propios de la epigrafía usada en todo el ámbito
Mediterráneo hasta el siglo XII, y se trataría de un adjetivo femenino,
lilzáhira, que podría traducirse como “la
resplandeciente / la brillante”.
Ante la pregunta de si realmente
se llegó a utilizar en La Última Cena para la institución de la Eucaristía, el deán
de la Catedral y custodio del Cáliz, D. Jaime Sancho, en unas recientes
declaraciones afirmó, que nunca se podrá llegar a saber a ciencia cierta, pero
ningún otro cuenta con semejante tradición oral, ni con un simbolismo tan
especial y que además los estudios actuales abren nuevos campos de investigación,
como por ejemplo donde, cuando y quien pudo llegar a engastar esta obra que
contiene influencias judía, cristiana y árabe.
Fue en el mismo contexto de la
España cristiana y andalusí, que hizo su aparición en León, el Cáliz de Doña
Urraca, que recientemente se ha sabido que según la tradición, se veneró en
Jerusalén durante siglos, también como vaso de La Última Cena. Fue un obsequio
del emir de Denia al rey Fernando I, quien había establecido una política de
impuestos conocidos como parias, para favorecer las relaciones de paz y de
amistad entre los reinos hispanomusulmanes e hispanocristianos. Fueron también
los tiempos en los que vivió Rodrigo Díaz de Vivar, un controvertido personaje,
Príncipe de Valencia que gobernó sobre mozárabes, musulmanes y judíos. Sobre él
se forjaría la leyenda del Cid, que en árabe quiere decir Señor, como modelo de
coraje y valores éticos, pero lo que es más importante de todo, de verdaderos
sentimientos humanos, reflejado literariamente en su relación de amor con
Jimena.
A consecuencia de la ambición de
Alfonso VI, que se hizo llamar Imperator
Totius Hispanie, que poco después por su ambiciosa codicia, se
desencadenaría la ruina del esplendor de Al-Ándalus y también de la cultura
mozárabe, pues al hacer de las parias un modo de extorsión para debilitar y
después apoderarse de los reinos hispano musulmanes, provocaría la llegada a la
península el fundamentalismo de los almorávides, fanáticos musulmanes del norte
de África, que acudieron en la ayuda de los reyes de Taifas. Precisamente en la
primera página del Cantar del Mío Cid, que quizás intencionadamente desapareció
del manuscrito original, se relataba la firme defensa que de esta política de
parias haría el Cid y el motivo de su destierro por el rey Alfonso VI, que lo
llevarían a vivir durante más de tres lustros en territorio de Al-Ándalus, y
por lo cual adquirió su singular carácter neomozárabe que inmortalizó el Cantar
y el famoso verso, “Dios, que buen vasallo si hubiera buen señor”.
Desde un punto de vista
psicológico, aquellas situaciones de conflicto y enfrentamientos pueden ser
tomadas como un ejemplo del funcionamiento del arquetipo de la sombra, un componente del inconsciente
personal o colectivo, que contiene impulsos primitivos y egoístas, que se
mantienen ajenos a la luz de la conciencia, los cuales si no llegan a ser
confrontados e integrados individualmente, son proyectados sobre los demás o
sobre el mundo, amenazando entonces con todo tipo de conflictos personales o
desastres a la humanidad. Es por eso que hoy en día se hace tan necesario el
conocimiento y la divulgación del trabajo que profundiza la visión freudiana
del inconsciente, que fue realizado por C.G.Jung en esa dimensión desconocida
de la psique, donde descubrió que más allá del inconsciente personal, existía
también una “matriz viviente”, a la cual denominó como inconsciente colectivo,
que se encuentra constituida por arquetipos que se expresan de manera autónoma
capaces de avasallar el consciente, y que se muestran mediante imágenes y
símbolos comunes a toda la humanidad. La importancia de esta nueva visión, en
la que se incluye también el ámbito de los sentimientos y las vivencias
subjetivas, ha representado para la psicología actual, lo que puede ser
considerado como una verdadera revolución copernicana, porque el complejo del
yo, ha dejado para siempre de ser el centro de la dinámica psíquica, para ser
ocupado por el arquetipo central del Sí-mismo
que constituye el verdadero centro regulador de la psique.
Fue a solicitud del rey Martin el
Humano, que en 1399 desde San Juan de la Peña, saldrían ensamblados los dos
recipientes que hoy conforman el Cáliz de Valencia. El superior, un vaso griego
anterior al siglo I a.C, quizás confeccionado en Palestina, que pudo ser
utilizado en los rituales de la Pascua Judía como copa de bendición y más tarde
durante La Ultima Cena, en la institución de la Eucaristía. Después habría
llegado a Roma por medio del apóstol Pedro, y más tarde como se cuenta en el
relato escrito por Donato en el s.VI, de la vida del san Lorenzo, lo hizo
llegar a su familia en Huesca, cuando el Papa Sixto II le encomendó la custodia
de las reliquias más preciadas, ante la persecución del emperador Valerio en el
año 258. Así pues este vaso, pudo haber servido a veintiún papas, y expresado
en el Canon Romano de la Misa hasta entonces bajo estos términos: “...accipiens
et HUNC preclarum cálicem…” (…y
tomando también ESTE preclaro Cáliz..), y que más tarde ya no serian
utilizados.
Tiempo después esta copa,
quedaría ensamblada por las manos de un virtuoso orfebre, con el vaso en forma
de naveta que conforma su base. Esta unión fue realizada mediante una
estructura de oro, constituida por un tallo o eje y unas asas serpentinas, que
dibujan la silueta de un corazón, todo ello se encuentra labrado con delicada laceria de influencia oriental y motivos vegetales, formando en su conjunto
también una alegoría del Árbol de la Vida o del Universo. En la base se
encuentra, una montura compuesta por un anillo de oro, con cuatro tirantes en
forma de cruz, una corona de perlas y cuatro piedras preciosas, cuyo conjunto
conformaría la representación de un símbolo de la totalidad de cuyo centro,
emerge el eje que unifica los dos vasos y que puede ser visto como una imagen
del axis mundi, un motivo arquetípico
que encontramos en muchas culturas y representa la unificación de los opuestos
cielo y tierra. En la parte central de este eje se encuentra un nudo esférico
de oro, que también podría ser tomado simbólicamente como una representación de
la anhelada piedra filosofal, con la
que los alquimistas quisieron identificar la meta de la gran obra, mediante la
unificación de los opuestos y la obtención de un símbolo de la totalidad.
El vaso y el recipiente, son por
antonomasia el símbolo que representa al principio femenino, y en este Cáliz,
los elementos que conforman su unión, aluden también al motivo del Eros
Cosmogónico, una fuerza de la naturaleza y un principio femenino que en la
antigüedad representaba el principio que era capaz de mantener unidas todas las
cosas. De esta manera un sorprendente y misterioso designio ha querido dejar
entrelazados estos elementos pertenecientes a las culturas judía, cristiana y
musulmana, transformando esta joya medieval, en lo que podría llegar a denominarse
como un Cáliz Mozárabe o un Cáliz Mudéjar un verdadero símbolo de unión y
reconciliación, que nos invita a realizar una profunda reflexión, sobre
aquellas culturas que desde la Edad Media, han estado enfrentadas por el poder
político y religioso, olvidando la fundamental tarea de humanizar la tierra.
Durante la edad media surgió la
leyenda de la búsqueda del Grial, en los ciclos bretón, francés y alemán, que
bajo la forma de piedra, copa o plato, estaría en relación con la sangre
salvadora de Cristo, pero a pesar del tiempo trascurrido hasta hoy no han
perdido su poder de fascinación en nuestros días. Estas leyendas como demostró
Emma Jung, que dedico cuarenta años a la interpretación psicológica de este
mito y Marie-Louise von Franz que completó estas investigaciones, con la
incorporación de la legendaria figura de Merlín, concluyeron que la búsqueda de
aquel vaso maravilloso del Grial, habría representado simbólicamente, la
búsqueda del alma individual, frente a la dominante colectiva de la sociedad, y
que su contenido salvador representaba la esencia femenina curativa de aquellas
heridas que habían sido producidas durante siglos, por la actitud dominante
patriarcal, de nuestra cultura judeocristiana.
Desde el punto de vista
psicológico aquellas leyendas, habrían estado anticipando el problema religioso
del hombre moderno, porque compensaron simbólicamente la ausencia del principio
femenino en nuestra cultura, representando pues el encuentro individual con la
experiencia vivificadora del alma, más allá de las religiones colectivas, lo que
significa la búsqueda de una experiencia interior directa y numinosa, a la cual
solo es posible acceder mediante la tarea de la reconciliación de los
contrarios en el interior del individuo, entre aquellos dos ámbitos opuestos
del pensamiento y el sentimiento o entre el consciente y los contenidos
inconscientes de la psique humana. Un proceso que se encuentra expresado en
aquello que C.G.Jung denominó como individuación, que representa el proceso de
maduración interior del ser humano, cuyo desarrollo se ve acompañado por
símbolos de totalidad, que se muestran en los sueños, visiones y
sincronicidades, proporcionando sentido y unidad a la vida personal.
Es por esto que el Cáliz de la
Misericordia de Valencia, que en si mismo representa un modelo arquetípico de
unidad y totalidad, se muestra también como un nuevo símbolo de concordia que
brinda la posibilidad de poder reflexionar sobre las religiones colectivas, e
incluso poder llegar a trascenderlas, mediante el desarrollo de la función del
sentimiento y el esfuerzo individual por alcanzar la integración del principio
femenino, compensando de esta manera la unilateralidad masculina expresada en
la etapa patriarcal de la historia, que hasta ahora nos precede y que al
parecer en cuyo final nos encontramos.
Así pues el Cáliz de la
Misericordia de Valencia, desde esta nueva perspectiva que ahora propone el
Centro UNESCO Valencia/Mediterráneo, se revela también en la actualidad, por
sus tan especiales y trascendentes características, como un símbolo para
nuestro tiempo, como representación de un nuevo símbolo unificador y de
concordia, capaz de reconciliar al mundo, porque sitúa en el lugar central,
ante la profunda crisis de civilización en la que nos encontramos, la principal
tarea que en el futuro deberá ser llevada a cabo, tanto en el plano individual
como también colectivo, por nosotros y las próximas generaciones. Una
reconciliación entre el consciente y el inconsciente del ser humano, así como
entre las Tres Culturas del Libro, que conduzca a la fraternidad y la
convivencia para ayudar a alcanzar el principal objetivo del Milenio,
desarrollar una Cultura de Paz, que pueda extenderse a toda la Humanidad.
Rafael Monzó Giménez
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